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A 155 años del asesinato de Urquiza: lo mataron en su palacio y su tumba fue un secreto

El crimen del líder entrerriano estremeció al país. Fue enterrado en secreto y su cuerpo recién fue hallado 80 años después en una cripta tapiada.

El 11 de abril de 1870, Justo José de Urquiza fue asesinado en su residencia del Palacio San José, en Entre Ríos. Tenía 69 años y había sido el primer presidente constitucional de la República Argentina, además de gobernador de la provincia. Ese día, una partida armada encabezada por el capitán Simón Luengo irrumpió en el palacio al grito de “¡Abajo el tirano! ¡Viva el general Ricardo López Jordán!”. Urquiza intentó resistirse: disparó su fusil desde una puerta, hiriendo a uno de los atacantes, pero fue alcanzado por una bala en el rostro disparada por Ambrosio Luna, apodado “El Pardo”. Luego recibió seis puñaladas. Murió en brazos de su esposa e hija, que intentaron defenderlo con un espadín. Ese mismo día, en Concordia, también fueron asesinados sus hijos Justo Carmelo y Waldino.

El momento en que los asesinos irrumpen en el salón donde Urquiza, herido, estaba en brazos de su esposa e hija. Lo ultimaron a puñaladas
El momento en que los asesinos irrumpen en el salón donde Urquiza, herido, estaba en brazos de su esposa e hija. Lo ultimaron a puñaladas

El crimen marcó el estallido de una revolución encabezada por el caudillo Ricardo López Jordán, quien asumió el poder en la provincia, aunque no se atribuyó el asesinato.

 

La figura de Urquiza venía en decadencia desde hacía años. Su retirada en la batalla de Pavón en 1861, cuando parecía tener la victoria al alcance, fue vista como una traición por muchos entrerrianos. Su posterior adhesión a la guerra del Paraguay, percibida como una imposición porteña, lo distanció aún más del sentimiento popular.

Recién en 1951, tras una inspección impulsada por sus nietos, se hallaron los restos en una cripta oculta, junto a los de sus padres y hermanos. El ataúd de Urquiza estaba cubierto por una caja de plomo y otra de zinc. Su esqueleto permanecía íntegro, vestido con mortaja, camisa, chaleco, pantalón, medias de lana y botines. Llevaba aún su prótesis dental, y se conservaron mechones de su cabello. Así se resolvió uno de los mayores misterios históricos del siglo XIX argentino.

 

El asesinato de Urquiza marcó un punto de quiebre en la historia argentina porque representó el fin de una etapa de construcción institucional que él mismo había iniciado. Su figura había encarnado la difícil transición entre los caudillos federales y el modelo de Estado nacional que emergía. Su muerte a manos de entrerrianos, y en medio de una revolución provincial, mostró las fracturas internas del país y la resistencia de las provincias a someterse al poder central. Además, abrió el camino a nuevas guerras civiles y profundizó el conflicto entre Buenos Aires y el interior.

El mausoleo donde descansan los restos del General Urquiza, en el marco del micro Espejo de mi Tierra, para dar cuenta de la historia de este atractivo que causa admiración entre quienes recorren el templo. Fuente: El Once